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martes, 9 de abril de 2013

CAMINO DE CHINAMADA
      Nunca pensé que en la isla pudiera haber paisajes tan fantásticos como el que disfrutamos y en el que estuvimos este fin de semana. Para mí, ha sido uno de los más bonitos hasta el momento. Fue espectacular desde el inicio contemplar la cantidad de vegetación, que otras veces, hubiera pasado inadvertida para mí, quizás por la poca información, pero esta vez como en otras ocasiones, conocimos muchas plantas del entorno por dónde paseábamos. 
      Las laderas y orillas del camino nos mostraban la diversidad de especies que Ana, Petri y Pedro nos iban nombrando. Algunas de ellas como la rejalgadera que parecía un tomatero, la jocama, los guaidiles con flores blancas que resplandecían con algún rayito de sol que les llegaba, los cornicales que se nos enredaban con sus cuernitos a cada salto que dimos, beleños, rabasas que sus hojas daban bastante olor a zanahoria, los preciosos tajinastes blancos y muchas otras. Algunas de ellas nos explicaron que pertenecen al área biogeográfica de la Macaronesia, pero como nuestro amigo Roberto tenía hambre le sonó a macarronesia. 
      Era maravilloso contemplar el colorido de la roca con muchos tonos ocres, amarillos, teja y marrones, todo ello debido al paso de distintas capas de lava por la zona. Al terminar la subida tomamos fuerzas en el bar de Chinamada antes de empezar nuestros saltos. La subida, agotadora después de cargar la lanza casi 1:30h de camino. Las vistas desde arriba, de lo más impresionantes que he visto hasta el momento. Pudimos hacer bastantes bastoneos, saltitos entretenidos y divertidos. 
      En las zonas menos peligrosas cada uno iba a su aire y es lo que más me gusta. Buscar tu propia ruta, elegir los bastoneos y saltos, practicar decidiendo cada uno el brinco que dar y con la sensación de libertad que da el salto, sin tener que esperar en fila india uno detrás de otro. Además tenemos un grupo muy divertido, que va cantando y contando todo tipo de chistes por el camino.
      Nuestro almuerzo lo hicimos en una bonita cueva que nos daba por un lado al mar y otro a la montaña. Pero lo bueno y duro nos esperaba: la subida a uno de los Roques de “Dos Hermanos”. Unos vertiginosos paseítos, para después hacer una escalada por el Roque que terminó en la cima. La sensación aérea ponía los pelos de punta, el nerviosismo constante y la adrenalina al máximo, pero a su vez, las vistas desde arriba no tenían desperdicio: la tremenda playa de callados, los Roques de Anaga por el otro lado y las montañas te llamaban y casi querían hablar. Un temblor me empezó por las piernas y un sudor frío se apoderó de mí en el momento de la bajada. Vamos descendiendo animados, pero el cansancio iba apoderándose de nosotros tras seis horas de ruta. 
     Gracias a mis compañeros, porque con su apoyo logré llegar aunque arrastrando culo por algunas piedrillas. 
      Ya en el camino, con la lanza en el hombro y sensación de tranquilidad, miraba los Roques desde abajo sintiendo la satisfacción de haberlo hecho.
Gracias a todos. 
Cristina

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