Amenazaba lluvia. Las islas vivían
inmersas en un nuevo temporal que ya había hecho estragos en diferentes puntos.
No sería excusa. Los/as intrépidos/as brincadores/as llevaban una semana
esperando para volver a empuñar sus lanzas. Y ahí estaban de nuevo, puntuales y
a punto, engrasándolas para retar al camino. Tras los preparativos iniciales
comenzaron de nuevo la ruta, volviendo a bajar por el barranquillo, esta vez no
sólo bastoneando sino desafiando todas las paredes y obstáculos dignos de ser
brincados.
Tras continuar la senda que regala una
hermosa panorámica a la playa de Los Patos, de nuevo llegaban a las terrazas,
abandonadas para la agricultura, aprovechadas para el salto. Allí, ejercicio a
ejercicio, se pulía la técnica: salto tras salto, subir y bajar, una y otra
vez, la ilusión brincando también por encima del cansancio. A lo lejos se
escuchaban los primeros truenos, que ponían banda sonora e incertidumbre a la
tarde. Poco después, la amenaza de lluvia, dejaba de serlo, convirtiéndose en
realidad. Se había acabado la tarde, dejando una nueva enseñanza: la lluvia y
el agua son incompatibles con el salto, la lanza mojada es muy difícil de
frenar, así que tocaba emprender el camino de regreso.
Tras subir de nuevo el barranquillo, esta
vez con la lanza al hombro, y algo apesadumbrados/as por el prematuro final de
la sesión, la tarde decidió darles una segunda oportunidad. La lluvia cedía,
las nubes se alejaban, el sol volvía a aparecer radiante…tocaba seguir
brincando.
Tras otra pequeña práctica en las
escaleras que bajan al barranquillo, se decidió poner rumbo entre plataneras,
caminando hacia El Ancón. Al final de la carretera tocaba un nuevo sendero,
risco arriba. Tocaba bastonear la subida y brincar la bajada.
Los más experimentados aprovecharon para
extremar la travesía, unos subiendo, hasta que la vista prácticamente no
alcanzaba a localizarlos. Otros, bajando, hasta la playa, donde terminarían la
tarde con un refrescante baño. El resto regresaba, agotado y feliz, tras otra
maravillosa jornada de salto.
Tocaba reponer fuerzas, entre anecdotario
y caña-tapa, un broche maravilloso a una tarde maravillosa.
Marcos