Una tarde de domingo (22 de febrero)
Como cada año de vuelta a Tenerife, al encuentro con sus costumbres y
su gente. Al reencuentro con los teneros
en el baile de la piñata, las parrandas,
el vino, el caldito de gallina y con una lluvia aliada con el
viento, que no dejaba de cesar.
Y como no, con el salto del pastor.
Aprovechando que muchos de los brincadores despertaban
por esa zona (unos más tardes que otros, disculpen), se quedo en el Parque
Natural de Teno para ver por donde se podía saltar y evitar la lluvia que la
noche y días anteriores acompañaban.
Se decidió, caminar y saltar por el Bailadero de Teno
Alto. Aparcamos en La Mulata,
el viento seguía azotando pero la lluvia había desaparecido y solo unas pocas
nubes amenazaban con descargar.
En las casas de Tamarco el sol empezaba a calentar y el viento quedaba atrás. Aquí echamos un rato, disfrutando del momento y practicando, algunos saltos a regatón muerto, otros del enamorado o simplemente el bastoneo. El solecito nos hizo brotar nuestra parte más juguetona, estuvimos apostando quién llegaba el último al suelo al deslizarse con la lanza. Había mucho picado y algún que otro tramposo (mejo no dar nombres je je je), ya que salían más tarde o se situaban en los márgenes más alto (hay videos que dan fe de ello) pero esto nos sirvió para echarnos una buenas risas.
Continuamos el camino y el ambiente fiestero seguía para aquellos que estuvieron de
parranda la noche anterior y el vaivén de chistes era incesante, he de
reconocer que todos eran malísimos. Ahí
va alguno:
# Antonio le dice a su mujer: María me he dado cuenta
que me encantan los verbos acabados en ar,
como cantar, bailar, disfrutar….
María, le contesta:
¿y trabajar?
Antonio:
¿trabajAL?
# Mamá, mamá, si la piscina es honda, ¿el mar es
Toyota?
uauajajajajajaja
Todo esto mientras, por un lado contemplábamos el barranco en
todo su esplendor, corriendo el aguita y con todas las tonalidades de
verde (el más abundante el fosforito) y por el otro la estructura totalmente
vertical de algunos diques. Y el mar,
siempre presente.
Paramos a comer algo, un poco de queso blanco del
lugar con miel del “ratón”, rica delicia. Tras el descansito vimos que, más que
un día de salto se transformó en una
buena tarde y decidimos regresar.
La vuelta se hizo por la vera del barranco y pudimos
observar a un cabrero, con sus cabras y lanza en mano. Algunos lo conocían e incluso se intentaron
comunicar mediante el silbo.
Al llegar a Teno, unas cervecitas con doña Cipriana y
más risas.
Sin duda, Teno es un lugar indescriptible.
Ya de vuelta en casa porque tengo que trabajal, hago
un repaso de mis días por Tenerife y me aborda una gran sonrisa.
Gracias, compañeros, amigos, familia por compartir lo
más valioso que tenéis, vuestro tiempo.
Hasta pronto.
Muuuuuakkkkkkk
( Raquel)