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martes, 15 de abril de 2014



Paso  Carnero
Después de dormir 5 horas, madrugón dominguero para llegar al local donde nos aguardan, como cada fin de semana, las apreciadas lanzas. Organizados en varios vehículos, marchamos de camino a Buenavista, punto de partida de la ruta de este día. Allí, nos reunimos con los/as compañeros/as del Colectivo Aguere y otros acompañantes veteranos saltadores de Teno, con los que tuvimos el privilegio de compartir la ruta. Por cierto, un día anunciado de alerta meteorológica, aunque, por fortuna, la única alerta que vivenciamos fue la de nuestros sentidos. 
 

Comenzamos la andadura desde Buenavista, por un sendero que parte cerca de la valla giratoria que impide el acceso al Parque Rural de Teno. Guiados por Antonio, el Tenero (veterano saltador y vecino del lugar) tomamos un desvío a la derecha en dirección al Camino de los Rodados. Por cierto que Antonio nos contó que en hace algunos años siendo un chaval mientras pastoreaba, se echó a dormir un ratito y estaba tan cansado que se le hizo de noche y al final “trastiando” pudo llegar a su casa gracias a la luz de la luna.

Nuestro primer objetivo fue el ascenso hasta el Caserío de Teno alto, para después realizar el descenso por una de las cordilleras de vértigo que nos conducirían de nuevo al punto de partida.


Parece que el camino de Los Rodados no es muy transitado y esto lo hizo notar la exuberancia de su vegetación. A los bordes del camino, vas encontrando un variado vergel de plantas, muchas de ellas en exquisita floración: bicácaros, jazmín canario, flor de mayo, tederas, jaguarzos, magarzas, etc.



Encontramos asimismo una curiosa casa cueva y varios estanques excavados en la roca a principios del siglo XX; una maravilla. 











Sin agua en la actualidad, cada uno de ellos alberga un jardín distinto: tuneras, inciensos, verodes, cerrajas, jazmín, hipérico… todo dispuesto al capricho y belleza que la propia naturaleza propone. 


Pese al cansancio y la atención que va requiriendo el trayecto, el grupo participó de animadas conversaciones, del Silbo Gomero y del sonido que algunos interpretaron con el bucio.


A medida que el ascenso se fue haciendo mayor, nuestra amiga “la lanza” se convierte en un preciado bastón que te da fuerza y seguridad. Cada paso es un avance en la serpenteante subida a lo que parece una escalada hacia el cielo. 


De pronto, el brezo nos va anunciando la llegada a las cercanías del Caserío de Teno. En este tramo del camino, algunos hicimos parada en la casa de Gregorio donde elaboran miel y queso de cabra (aprovechamos sin dudarlo para la visita y compra de tan apreciables productos de la tierra). 
 

Por fin llegamos al Caserío, haciendo parada en la Venta-Bar de Cipriana para el merecido y pertinente refrigerio y la degustación del queso de cabra. 


 
Alrededor de las 15:00 empezamos el descenso. En este momento, nos separamos de los/as compañeros/as del colectivo Aguere, puesto que ambos grupos teníamos previsto la bajada por distinto lugar, aunque nos encontraríamos de nuevo en el punto de partida.

 


Por el Camino de El Risco, nuestro próximo destino, el paisaje va cambiando por completo. Encontramos La Gomera saludándonos en el horizonte, tan cerca que por momentos parecia un apéndice de nuestra Isla. En el transcurso, Goyi nos mostró donde se encuentran a resguardo los antiguos ataúdes colectivos que se utilizaron para transportar a las personas fallecidas desde Teno a Buenavista.


Continuamos descendiendo y por momentos no sé si me encuentro en Escocia o en un Paisaje Lunar. Hacemos una  breve parada en un Tagoror muy bien conservado y seguimos con cierta premura, ya que comenzaron a divisarse nubes que amenazaban agua y algunas ráfagas de viento. 



Aquí dejé mi libretita de apuntes porque hay que poner atención plena a la lanza, al bastoneo y a los saltos. Justo antes de empezar el descenso por el acantilado nos encontramos con “el paso carnero” (¡ejem!) y a continuación una panorámica impresionante de la Isla Baja. 


 
Continuamos el descenso con mucho bastoneo vertical e infinitos saltos de distinta magnitud. ¡Qué variedad de sensaciones!
Los monitores y la monitora una maravilla. La verdad, qué destreza y qué paciencia. Amor y confianza me transmiten en su enseñanza de esta disciplina. Desde aquí quiero darles mil gracias.
Al final salvamos sorteamos algunos obstáculos que la naturaleza nos ofrecía y sorprendiéndonos en el último tramo del camino con el gran canal de madera que se apareció ante nuestros ojos como muestra del esfuerzo e ingenio del hombre por conducir, antaño, el agua para el riego. 

Y llegamos al destino… con la sonrisa puesta y con una vitalidad y energía envidiable para cualquiera. No faltó el bendito baño refrescante en el charco de Las Mujeres y un tentempié donde compartir sensaciones.

El madrugón del domingo les aseguro que valió la pena. Ojalá haya más domingos como este. 


Lourdes



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