Los profes se lo pensaron y se atrevieron a ponerme a prueba
una vez más...
El despertador sonó a las 7:30h y pensé…, pero ¿a quién se le ocurre
levantarse a estas horas para hacer salto del pastor después de 3 meses sin tocar
una lanza? No lo pensé más y me puse en marcha. Al principio no estaba nada
confiada subiendo por el risco lanza en mano, me sobraba y no éramos buenas
compañeras, y poco a poco y con paciencia empezamos a entendernos. El día era
ventoso y con nubes amenazando lluvia a cada paso. Ascendimos hasta una cueva
en la que se encontraba un grabado de los guanches que representaba un barco.

La verdad es que cuesta creer que eso era un barco… Continuamos cuesta arriba
intentando encontrar el camino y cogimos un canal de agua, tajea, para alcanzar
el camino por el que enlazaríamos con el descenso. También encontramos una
preciosa estación de cazoletas y canalillos y pudimos ver como el agua se
deslizaba por ellos. Estas caminatas están llenas de sorpresas y de aprendizaje
de la vida de los antepasados de esta isla. Y eso es lo que me hizo recordar
uno de los motivos por los que merece tanto la pena el madrugón y el aliarse
con la lanza.
Tocó comenzar el descenso y aquí es cuando empezó la
verdadera prueba. Custodiada por ambos profes, Javi y Juan, me dispuse a bajar
tratando de respetar la técnica de bastoneo y brincos. Lo primero se me dio
mejor hasta que en un punto, tuvimos que ayudarnos para hacer el salto. Ahí me
lancé como pude y conseguí llegar al suelo. Desde luego me salté todas las
normas y le pegué un pisotón al pobre Álex que ahí estaba para ayudarme.
Superado el peor paso lo demás estaba chupado, pero ya estaba cansada y mi
hombro se resentía fruto de frenar más con la mano que con el cuerpo (mi gran
asignatura pendiente). Llegamos a nuestro
destino final antes de lo esperado, y con las quejas de algunos por haber
sabido a poco la caminata, nos tomamos el preciado bocadillo y la cerveza de
rigor para recuperar el aliento y las sonrisas. Y
como se suele decir, todo tiene un lado bueno, y al ser temprano nos fuimos a
dar un chapuzón al puertito de Güimar que nos sentó fenomenal.
Fue un gran reencuentro con la
lanza y con la naturaleza de Tenerife. Gracias a los compañeros de azaña: Álex,
Marta, Mirko, Tomás, José, Javi y Juan, porque resultó un día genial.
Volveremos a encontrarnos!
May
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