Valle crispin, es una de las tantas
maravillas que tiene Anaga, unos barrancos que enamoran con sus cardones y
tabaibas.

Se puede apreciar a lo lejos la
presencia de nuestro padre Teide que nos acompañó en casi toda la ruta mientras
que la brisa marina y el ver el inmenso mar de fondo nos daba un poco de
aliento después del ascenso a la carretera general, que a
pesar de largo (unas 2horas), entre risas y anécdotas de los compañeros siempre
se hace ameno mientras disfrutamos del paisaje.

Esta isla no deja de sorprenderme,
tantos rincones ocultos a la espera de que los descubramos. Ya planeamos en
futuras rutas transitar el otro lado del barranco que no dejaba de llamarnos la
atención con sus numerosas cuevas y saltos.

Nos vemos en el risco.
Brian
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