Sábado por la tarde y por tercera vez me encuentro con mis
compañeros y compañeras preparados para una nueva sesión de Salto del Pastor.
Los vuelvo a encontrar sonrientes y como yo, todos están impacientes por
comenzar.
El día será algo diferente, subiremos un pequeño sendero para luego
volver a bajar poniendo en práctica lo aprendido hasta ahora. La subida no es
larga pero se hace dura, la forma de vida sedentaria de un informático no ayuda
mucho. Una vez arriba esperamos un momento a que lleguen los demás, algo que
aprovecho para recuperar el aliento hasta que por fin comienza el descenso.
Empezamos la bajada haciendo uso de la técnica del bastoneo, al principio me
encontraba algo torpe pero enseguida empiezo a descubrir como usar la lanza sin
sentirla como algo ajeno. Sorprendentemente en algunos puntos del descenso me
siento más seguro y más ágil gracias a esta herramienta. Recortamos incluso
ciertas partes del camino bastoneando por lugares más empinados o incluso haciendo
pequeños saltos que poco a poco nos suben la adrenalina y nos terminan de
enganchar a esta actividad si no lo estábamos ya.
Al llegar abajo me doy cuenta
de que el recorrido se ha hecho corto, muy corto y muy divertido. Ahora nos
dirigimos a la finca donde hemos practicado los días anteriores, unos bancales
abandonados que nos vienen muy bien nuestro fin, ya que hay mucho espacio y
obstáculos de diferentes alturas donde practicar. Aquí pasamos el resto de la
tarde, intentado realizar los ejercicios que nuestros profesores Javi y Alex
nos indican hasta que el sol, hostigado por el cambio de hora de invernal se
oculta antes de tiempo y nos vemos obligados a marcharnos a oscuras,
compartiendo las pocas linternas que tenemos. Una buena lección ya que nuestros
profesores nos habían advertido de que siempre debemos llevar una linterna o
frontal (entre otros elementos), algo en lo que no les habíamos hecho mucho
caso pero creo que a partir de ahora nos tomaremos sus consejos un poco más en
serio.
Simón M Negrín Martín
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