Continuamos nuestro camino hasta el punto donde comienza el descenso. Ahí realizamos una pequeña
parada para reagruparnos y comenzar con lo que hemos venido a hacer; brincar.
Haciendo uso de la lanza vamos bajando por el risco, bastoneando por obstáculos que si bien no son
demasiado complicados algunas veces se encuentran en lugares donde un error podría tener graves
consecuencias. Esto hace que los nervios y la adrenalina comiencen a aparecer, algo que todos vamos
buscando, aunque nuestros instructores (Alex, Enrique y Toño) parezcan totalmente inmunes a la
aparente dificultad de la ruta.
Al final del descenso nos reunimos junto a unas antiguas casas abandonadas al lado del camino de
Chamorga. Allí descansamos un rato y aprovechamos para comer algo y hablar sobre como nos ha ido
a cada uno durante la bajada antes de comenzar el camino de regreso, el cual nos habían avisado de
que sería un poco duro después de tantas horas caminando y brincando, pero el hermoso paisaje y la
promesa de una cerveza fría al final es más que suficiente para ponernos en marcha.