Rojas: La laja y la palmera, aumentando el nivel…
La
tarde estaba gris y amenazaba lluvia en todo el valle. El viento parecía
susurrarnos que la clase de salto se suspendería. Por un momento, la duda se
apoderó del profesorado y los más antiguos, por no arriesgar la seguridad del
grupo, pero… las ganas y el entusiasmo de los alumnos nos llevaron hasta el
municipio del Sauzal, donde Petri nos esperaba al inicio de la ruta. Si existía
alguna posibilidad de librarnos del agüita, sería en Rojas...
Comenzamos
la ruta con algunas gotitas que nos apuraban a darnos prisa, a medida que avanzábamos por el risco, el tiempo nos regaló la
maravilla de un descenso seco y lleno de nuevas posibilidades para los alumnos, que cada semana mejorarán más su técnica y habilidades.
Ya
comienzan a verse los frutos de la constancia, tanto de los más atrevidos y
entusiastas como de los más prudentes. Es maravilloso observar cómo comienzan a
fijarse en los pasos más seguros, en qué camino tomar según sus posibilidades, en respetar y
no pisar las matas, incluso a alguno más lanzado animarse a abrir
camino, no dudar que son capaces de poner en práctica lo aprendido hasta ahora.
Cuando
los observo no puedo dejar de pensar en lo que yo sentí cuando también era
alumna y lo que aún siento cada vez que brinco: el esfuerzo personal por vencer
miedos y límites autoimpuestos. Al
verlos disfruto de sus propios logros y de compartirlo con ellos.
La
ruta comenzó con bastoneos y pequeños
saltos a pies juntos por el terreno lleno de vegetación debido a las lluvias
del invierno, da gusto poder disfrutar de la gama de verdes que ofrece el
risco. Llegamos a un punto donde
debíamos escoger, más sencilla a la derecha o una laja maravillosa hacia la
izquierda. Juan decidió que los alumnos
ya estaban preparados para la diversión de la laja y la precisión en el ascenso
y descenso de ésta, disfrutar de bastoneos más verticales y meterles la jiribilla en el cuerpo de poder
llegar, en próximas rutas, hasta las numerosas y espectaculares cuevas que ofrece
la zona. En pocas semanas las
exploraremos…
Al
llegar al final aprovechamos los elementos del entorno; muros, bancos,
escaleras para continuar afinando la técnica y aumentando el nivel de
dificultad y, nuevamente los alumnos me dejaron boquiabierta realizando saltos
cada vez más altos, saltos de banda de distancias más largas e, incluso
algunos, regatones muertos..
Cada
fin de semana el salto se convierte en una cita ineludible, está claro que tanto
a los “viejos” como a los “nuevos”, el
salto del pastor nos tiene atrapados.
Yoly
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