Volvemos un domingo más a encontrarnos con un nuevo reto, a
reencontrarnos un grupo de amantes de la lanza y de la naturaleza; vuelve a
envolvernos el olor de la madera, del sebo y del aceite.
Esta vez nos encontramos en Chinamada, tempranito, con una
hora de menos de sueño, día nublado, oleaje en la costa y olor a sal en el
ambiente. Ante nosotros se alza el roque los hermanos que inmóvil espera a que
lleguemos a coronarlo, y lo haremos un par… un buen par de horas más tarde.
Empezamos un domingo de brinco, como no, con una caminata
con lanza al hombro y mochila a la espalda. Con Petri ofreciéndonos las
anécdotas necesarias para realizar un paseo más ameno buscando fauna y flora de
la zona para que nuestra culturilla “plantil” aumente. Subimos y subimos, y
hablamos y hablamos:
-¡Que bonitos son los cardones y su forma! ¡chicos, un
tajinaste blanco!
Subiendo y subiendo llegamos al primero de los tantos
descansos para llenar nuestros estómagos con algo de frutos secos, chocolate,
fruta y la tan necesitada agua y nuevamente
en marcha, a un lado un risco precioso, que a cada paso nos haría más y más
pequeños; la ladera en el otro, observa como cogemos altura y nosotros mientras,
vamos enamorándonos del entorno y agradeciendo que el sol aún no había hecho
acto de presencia.
- Por aquí hay muchos guadiles. Distinguir y conocer más plantas
nos hace más sensibles a la riqueza del entorno ... y esto es una jocama...
Después de fotos, sudores, cambios de ropa , gafas de sol,
tragos de agua para aplacar el calor etc., llegamos al BAR-RESTAURANTE perdido por aquel
monte. Momento de beber y picar algo (qué rico el queso de la aldea con jamón con
el que nos deleitó Garo y Coral), y un buen momento para hablar sobre muchas
cosas y poder relajar los nervios de la bajada y también alguna broma:
-Enrique ¿qué planta es esta que no me acuerdo?
– Una tina..., digo que... si atinas a saberla, genial.
Puesta en marcha pensando en los brincos que estábamos a
punto disfrutar, un descenso que se presentaba emocionante. Primer salto,
primeros nervios, pero finalmente escollo superado. El profundo barranco que
dejábamos a la derecha nos hacía sentirnos verdaderamente insignificantes.
Dejando miedos en cada salto llegamos al merendero, en donde
nos quedamos con la boca abierta… no solo por las impresionantes vistas si no
por los manjares que salían de cada mochila. La belleza de aquella cueva con
ventanal al mar y disfrutar de aquella comida compartida con este buen grupo, era
todo un privilegio.
-¡Chicos y por aquí los cornicales que en sus cuernos ocultan las semillas!
Luego retomamos la ruta dividiéndonos, el más que experto Fran, el saltarín
Alexis y Daniel (un servidor) nos adentramos por la cresta de aquel
impresionante barranco. El resto del grupo, al que veíamos que cada vez sus
componentes se hacían más pequeños, prosiguió con el descenso por el camino
hasta la degollada.
Primer
objetivo cumplido, atravesar aquella cresta sanos y a salvos... pero
con algún que otro arañazo y reencuentro del grupo para afrontar el reto de
subir al roque de los hermanos. En este punto se separaron dos de nuestros
compañeros: Kevin y Yoli.
Y allá nos fuimos, con paciencia y mentalidad ascendente conseguimos llegar a lo alto de ese maravilloso roque, el de los hermanos que nos esperaba expectante a que coronáramos su cima.
Bajada lograda, lanzas al rojo vivo después de un día
fantástico, pero ¿qué mejor modo de acabar que con bañito en los charcos? Luego
tentempié de calamares y helados como premio a nuestro merecido esfuerzo. Gente
fantástica en un día inmejorable. Deseando volver a vivir de nuevo estas
sensaciones.
Como siempre, Guille va al final.
DANIEL
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