Al llegar el sábado al local del Tagoror Petri me comunicó
que me tocaba hacer el diario del blog.
No sirvió, el no tengo tiempo, no tengo ordenador, yo no sé... me cuesta
escribir... verás que no me va a salir.... ella me prometió que me ayudaba y empezó a
hacerme preguntas sobre lo que sentía en salto, le contesté que me
ilusionaba y me dijo: pues entonces habla de eso, de tus
emociones. Así que ahora les cuento lo que sentí el sábado 25 de enero en mi
clase de Salto del Pastor.
En primer lugar, me sentía
mal porque llovía y tenía ganas
de coger la lanza, así que para confirmar si había salto del
pastor, llamé a Petri y al asegurarme que sí, que la ruta se realizaba en la
Rambla, me emocioné.
Al llegar al Bollullo, salude a mis compañeros de la actividad
y me dieron la lanza, la limpié con agua y jabón. Mientras, iban llegando el resto de compañeros y yo cada
vez me sentía más inquieto porque quería comenzar.
Por fin en La Rambla
empezamos a saltar en unas hueras abandonadas, después de hacer el
calentamiento porque hacía mucho frío y a partir de ahí tuve una sensación enorme de libertad. Aprendí a saltar
alejando la lanza cada vez más y a mí me
parecía que estaba volando.
Bajamos al barranco para saltar de piedra en piedra, es
decir de lado a lado y bastonear por una piedra grande. Lo hicimos uno a uno, y
las chicas se atrevieron a hacerlo las tres juntas y nos volvimos porque casi
se nos hizo de noche.
Pero lo más bonito
de la ruta, fue cuando Petri, nos contó la historia de como
reconstruyeron la casa de la Corredera. Eso me
gustó mucho.
Al final, degustamos esos manjares tan exquisitos que trajo
Pedro el ramblero. Un poco más tarde me tuve que ir y entonces sentí pena pero alegría a la vez pensando en el próximo
sábado.
Kevin
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