Como cada año y ya marca la tradición, la visita a Tenerife
es obligada por estas fechas. En esta ocasión vine acompañada de un forastero
del otro archipiélago, de la isla de Mallorca, Juan, para poder mostrarle todos
los encantos que esta presenta.
Nada más llegar al aeropuerto, disfrazados nos fuimos directos
para el carnaval de día de Santa Cruz, colores, música y carcajadas se respiraban por cada rincón del centro de
la ciudad. Después de unos bailecitos y
ver un poco su esencia, tomamos rumbo hacia Teno Alto. Yo, comenzaba a estar
nerviosa, en un rato empezaría a dar abrazos a los amigos, a escuchar sonar las
parrandas, a mover los pies al son de las Isas y acabar bebiendo caldito de
gallina.
A la mañana siguiente, fue un gran regalo despertarse y ver
la inmensidad del Teide a nuestras espaldas, todo cubierto de nieve. Un poco
aturdidos por el intenso día que dejamos atrás fuimos a resucitar al bar de la
señora Cipriana con un cafelito y un buen bocadillo de queso blanco del lugar.
En un rato empezarían a llegar el resto de los saltadores, hoy se había
planeado una ruta por esta zona y mientras se esperaba con el bocata en mano,
madre mía!! empezó a diluviar.
Tras un par de llamadas se decidió dar marcha atrás y salir
huyendo de la lluvia. Nos encontramos con el grupo en Buenavista y ahora el sol
radiaba con una intensidad cegadora,
parecía que la tempestad nos había abandonado así que retrocedimos nuestros
pasos para empezar con la ruta, de nuevo hacia Teno aAlto para parar en el lomo
de Molina y dar comienzo.
Otra vez nerviosa, empezaron a sacar las lanzas y allí
estaba, aquella que hice con mis propias manos años atrás. Sacaron otra para
Juan, que era la primera vez que veía una de ellas y teníais que observar su cara
de asombro pero teniendo en cuenta su buen andar por la montaña y tras las
explicaciones de Fran de cómo brincar con ella, su expresión se fue relajando y
empezó a disfrutar como un niño desde principio a fin.
El día estaba precioso y todos estábamos eufóricos caminando
por el lomo, escuchando las explicaciones de Pedro, aquí tenemos el corazoncillo de Teno (planta endémica del
lugar), aquí serrajas en flor, muchas canarina canariense (bicácaros) que si
tajinastes lilas, blancos uauaua!! toda una explosión de colorido. Al final de
la loma dimos con una casa, bueno, más bien con el hormigón de las paredes y un
montón de tejas apiladas a su vera, un poco más adelante nos
encontramos con el
horno donde supuestamente habían cocinado dichas tejas. Así de entretenidos andábamos hasta llegar al final de la loma para picar
algo, ya que Kevin hacía mucho rato que preguntaba a todos si teníamos hambre,
que gran momento para él. Una vez saciados cogimos el camino de Chajave para
comenzar el descenso.
El tiempo dejaba estar tan radiante, detrás de nosotros unas nubes
amenazantes se acercaban lentamente, de ahí que empezamos a caminar con el
mismo deleite pero con un paso más acelerado con la esperanza de poder
librarnos del agua.
Todos comentábamos, nos queda lejos, muy lejos, no hay que preocuparse, excepto Laura que desde el principio iba augurando que nos mojaríamos. Cuál fue la sorpresa, al dejar atrás el andén de las Burras nos encontramos de frente y directo a nosotros una gran masa de nube gris bien cargadita de agua.
A partir de aquí esta nos acompañó como uno más del grupo,
las lanzas ya de poco servían, deslizabas la mano y el agua resbalaba por el
brazo hasta llegar a las caderas e incluso los chubasqueros hacían calar el
agua. El grupo se dispersaba pero escuchabas las risas a lo lejos, Guillermo y
Kevin que venían con nosotros cantaban sin cesar a viva voz y Juan no paraba de
decir, valla experiencia tan bonita (aunque alguna que otra vez también decía,
me habéis querido matar... y Vero le contestó al final: y mira tú que no lo
logramos, jeje), así hasta llegar a Buenavista.
Al final nos reencontramos todos en un bar de donde nos pusimos ropa seca, nos tomamos algo
calentito y todos dispuestos para volver
a empezar.
Como era de esperar reencontrase con la isla, los amigos y
sus tradiciones siempre hace que tenga su encanto.
Sentir que a pesar de la distancia uno tiene
su espacio, entender el significado de la amistad y el calor de acogida, es el regalo que hace que la vida tenga mucho sentido.
"Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor
nos salve de la vida".
Muy buen blog. Por algún motivo no se me permite convertirme en seguidor de momento. Aún así, ya les sigo desde el mío. Un abrazo.
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