El
pasado domingo, 9 de febrero de 2014 tuve el honor de asistir como invitada a
una salida organizada por la Escuela de Salto del Pastor Tagoror Chiregua. Nos
encontramos, pues, a las 9.00 de la mañana
en su local de El Rincón. Cuando llegué, los entusiastas saltadores se
encontraban poniendo a punto sus lanzas. Conocí a la mayoría de participantes
durante este ritual. Allí estaban los profes, Petri y Quique y Fran y todos los demás saltadores: Daniel, Guillermo, Maria José, José
Fuentes, Javier y Cati que me había invitado a la actividad...
de pronto llegó Saray y, por el camino, recogimos a Kevin.
Fuimos ganando altura, con el Teide
como testigo, como ya lo hicieron nuestros ancestros. Petri y Quique nos iban
dando nociones de botánica y así pudimos reconocer y poner nombre a codesos,
pasteles de risco, verodes, chahorras y escobones entre otras especies del
lugar. Durante el camino nos alongamos a un fantástico balcón natural formado
por una gran laja para comprobar que nos encontrábamos por encima de un tupido
mar de
nubes. Con la promesa de un buen enyesque, llegamos, unos antes que
otros, a El Filo desde el que podíamos divisar a un lado el Valle de Güimar y
del otro el Valle de la Orotava. Allí, nos sentamos a comer un poco para reponer fuerzas a la sombra de un buen pino canario.Y..., como todo lo que sube..., baja..., pues iniciamos el descenso por otro camino un poco menos definido. Para mi sorpresa me explicaron como utilizar la lanza. Fran me cambió mi bastón para por una lanza y, gracias a sus consejos y a los de Cati y de Quique empecé a situar las manos y a ayudarme de la lanza. Hice intentos de “bastonear”... pero, aunque intenté aplicarme, sólo conseguí hacer algo parecido a lo que hacían mis compañeros de camino. Entre “pon esta mano así”, “clava bien el regatón” y “deslízate por la lanza” llegamos al roque de El Gollete donde los compañeros y compañeras se sacaron fotos como prueba de nuestra pequeña gran hazaña.
Seguimos luego nuestra senda. Yo, desde el final de la fila, veía brincar armoniosamente a un grupo de intrépidos saltadores que jugaban a su antojo con un camino intrincado en el que se nos aparecían pinos, tinguaras y bencomias.
Sin duda, su agilidad sobre un
terreno difícil, los consejos, las explicaciones y las palabras de aliento de
todos los componentes del grupo hicieron que completara un camino exigente para
mí. Muchas gracias por su generosidad a todos los que me han dejado compartir
esta experiencia.
Yurena
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